Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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CADA DÍA UNA OPORTUNIDAD
PARA NO AFANARSE
“Así que no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta cada día su propio mal”
(Mateo 6:34)


      Si hay algo que es una constante ineludible en la vida son los problemas y las preocupaciones. No hay día que pase sin que uno no deba enfrentarse con la constante presencia de situaciones difíciles, problemas que asaltan la tranquilidad de nuestro diario vivir y la siempre presente realidad del mal que acompaña nuestros días. Sin lugar a dudas, enfrentarse con esta realidad no es algo alentador pero, todo cambia cuando esta realidad desalentadora es puesta a la luz del evangelio del reino de los cielos. Las palabras del Señor Jesús en Mateo 6:34 son una combinación perfecta de equilibro entre, el llamado a no afanarse y la verdad de saber que el mañana tendrá su afán y cada día tendrá su propio mal. Escuchar a nuestro Señor Jesucristo en el texto de Mateo pueden crear, hasta cierto punto, desconcierto en nosotros ¿por qué? Porque por un lado Cristo llama a no afanarnos mientras que por otro pone de manifiesto la realidad de que cada día tendrá su afán y su propio mal. ¿Cómo es posible no afanarse si el mañana tendrá su propio afán? ¿Cómo es posible no caer en la ansiedad si al mismo tiempo se nos dice que cada día tendrá su propio mal? Para entender las palabras de Cristo es necesario situarlas dentro de su contexto mayor porque son introducidas como el resultado final de lo que Jesús ha estado diciendo “así que no so afanéis” o “por tanto, como resultado final, no os afanéis por el día de mañana”. Las palabras de Jesús resumen la verdad que ha expuesto en cuanto al afán. Si hay algo que todo creyente en Cristo como ciudadano del reino de los cielos debe tener claro es que, el afán y la ansiedad deberían ser los grandes ausentes en su vida. Por nada debería haber afán en la vida del creyente porque nuestro Padre que está en los cielos es nuestro gran Proveedor y Sustentador. La creación misma nos da lecciones de esta gran provisión de Dios. Las aves de los cielos son sustentadas por nuestro Padre sin ellas hacer nada (Mateo 6:26). Los lirios del campo son vestido con belleza y majestad sin ellos hacer nada para vestirse de esta manera (Mateo 28). El afán es actitud de aquellos gentiles que no tenían a Dios como su Padre celestial que miraba continuamente por sus vidas. Aquellos que tenemos a Dios como Padre celestial tenemos a aquel cuya bondad es constante y presente en nuestra vida. Por esta causa somos llamados a que nuestra prioridad y orientación en la vida sea el reino de Dios y su justicia sabiendo que las demás cosas nos serán añadidas (Mateo 6:33). Así que, el resultado de esta verdad bíblica debe ser “no os afanéis por el día de mañana” pero, aquí es donde viene la aparente contradicción. El no afanarnos por el día de mañana tiene una razón “porque el día de mañana traerá su propio afán”. Nuestro Señor Jesucristo establece que, la razón por la cual no afanarse en el presente es porque el mañana traerá su afán. Puede parecer contradictorio pero tiene razón de ser. El evangelio de nuestro Señor Jesucristo nos hace tocar de pies en el suelo. Saber que nuestro Dios es nuestro Padre celestial que provee incluso en lo más básico de nuestra vida, no implica que los afanes que pueda presentarnos cada día serán sacados, ciertamente “basta cada día su propio mal”. Hay dos certezas que podemos tener cada día que nos levantamos de la cama: Una de ellas es que ese nuevo día traerá su afán y su mal pero, al mismo tiempo hay una segunda cosas que no podemos perder de vista. Ese nuevo día también será una oportunidad para saber y confiar en que nuestro Padre celestial sabe de lo que tenemos necesidad en ese día y él proveerá. Por tanto, cada día con su afán y mal se convierte en una oportunidad para no afanarnos y confiar en nuestro Padre. Cada día es un día en el cual buscar primeramente su reino.
INICIO DE SEMANA
Martes  
Miércoles  
Jueves  
Viernes  
TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Mateo 6:25-34
 
Mateo 7:7-12
Filipenses 4:4-7
FINAL DE SEMANA
NADA DE AFÁN

“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios
en toda oración y ruego, con acción de gracias.
Y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento
guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”
(Filipenses 4:6-7)

        Se dice que la cara es el reflejo del alma y ciertamente en muchas ocasiones es así. Muchas veces en el rostro se refleja el estado de salud, de ánimo y de carácter que pueda llegar a tener la persona. Muchos son los que hablan con sus rostros sin darse cuenta. Muchos son aquellos que sus rostros en lugar de reflejar gozo y regocijo reflejan cansancio y una gran dosis de afán en sus vidas. Muchos son aquellos que sus rostros en lugar de comunicar el descanso en el Señor comunican la ansiedad de los afanes en su vida. Muchas veces resulta difícil el evitar esta realidad en nuestra vida, el ser de carne y huesos es lo que conlleva. Quizás por esto la Biblia tiene tanto que decir en cuanto a no afanarnos. Aun y cuando el creyente tiene a Dios como su Padre celestial que sabe de lo que tiene necesidad en todo momento, sustenta y provee aun y cuando a nosotros no nos lo parezca, existe la tendencia a dejar que el afán asalte nuestro diario vivir. Ahora bien, aun y la realidad del afán del mañana y el mal de cada día, la verdad bíblica permanece. Como hijos de Dios estamos llamados a no afanarnos y la razón de ello es porque cada día es una oportunidad para mostrar nuestra fe en nuestro Padre celestial que provee, cada día es una oportunidad de depender de la bondadosa mano de nuestro Sustentador y Proveedor. Quizás esta verdad que nuestro Señor Jesucristo expresó en el Sermón del Monte subyace como trasfondo de las palabras del apóstol; “por nada estéis afanosos”. Las palabras de Pablo muestran que el cristiano no debe estar afanado o ansioso por nada en su vida. El apóstol no dice “por alguna cosa no estéis afanosos” sino mas bien, “por NADA estéis afanosos”. Por tanto, no debería haber situación alguna, problema alguno o circunstancia alguna que crease afán y ansiedad en la vida de aquellos que estamos en Cristo Jesús. Esa pequeña palabra inspirada por el Espíritu de Dios, “nada”, es una palabra totalmente excluyente, es decir, excluye de la vida del cristiano cualquier cosa por la que estar afanoso. Cuando nos ponemos a pensar en esto puede parecernos algo totalmente alejado de la realidad de la vida ¿cuántos somos aquellos que podemos decir que por nada nos afanamos? ¿Cuántos somos aquellos que podemos decir que en nuestra vida no hay situación o circunstancia que nos afane? Quizás muy pocos podríamos tirar la primera piedra en cuanto a esta realidad. Ahora bien, el apóstol nos da el gran contraste que nos ayuda a que esas palabras sean reales en nuestra vida. El contraste reside en otra pequeña palabra “sino”. Por nada debemos estar afanosos “sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios con toda oración y ruego, con acción de gracias”. El no afanarse por nada conlleva que nuestras peticiones sean conocidas delante de Dios. Es el gran privilegio de poder dar a conocer nuestras peticiones y situaciones a Dios lo que es vital para que el afán no nos asalte en alguna circunstancia de nuestra vida. Es maravilloso que nuestro Dios nos inste a poder presentarle nuestras peticiones. Ciertamente este conocimiento a Dios no se debe a que en él exista un desconocimiento de las mismas, nada se esconde de la omnisciencia de Dios, podemos decir como David; “tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí, alto es, no lo puedo comprender” (Salmo 139:6). Dar a conocer nuestras peticiones a Dios es más bien para nuestro bien, es la única manera para que el afán no se convierta en el enemigo siempre presente en las diversas situaciones de nuestra vida. Frente al afán tenemos a nuestro Dios que por medio de su palabra nos anima a poner delante de él nuestra peticiones. Mediante “toda oración, ruego y accione de gracias” hacemos conocidas delante de Dios nuestras peticiones y con toda certeza recibimos algo “y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y pensamientos en Cristo Jesús”. Dios no nos promete que nos dará aquellas peticiones que le damos a conocer pero, sí promete algo mucho mayor que va más allá de nuestro entendimiento. Nos dará su paz que guardará nuestro corazón y pensamiento en su Hijo Jesucristo. Muchas veces cuando el afán se hace presente la paz es lo primero que se pierde. El afán turba el corazón y la mente pero nuestro Dios promete que viniendo delante de él, su paz guardará nuestro corazón y mente en Cristo. Por tanto, por nada estés afanado, ve delante de tu Dios en oración



Juan 13:1-30
Lucas 11:1-13