Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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UN NUEVO MANDAMIENTO
“Un nuevo mandamiento os doy:
Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros”
(Juan 13:34)


      Donald Carson profesor de Teología del Nuevo Testamento en el Trinity Evangelical School de Chicago, dijo del nuevo mandamiento que: “Es un mandamiento tan simple que todo niño es capaz de entender y memorizar pero, al mismo tiempo es un mandamiento tan profundo que es capaz de avergonzar a todo cristiano maduro”. Ciertamente el nuevo mandamiento que Jesucristo dio a sus discípulos es sencillo en su memorización pero altamente difícil en su cumplimiento. Ahora bien, su obediencia es de gran importancia para la vida de aquellos que son discípulos de Cristo Jesús. El nuevo mandamiento no fue dado a todo el mundo sino únicamente a sus discípulos y, por extensión, a todos aquellos que por la gracia de Dios hemos sido salvados y hechos discípulos de nuestro Señor Jesucristo. El nuevo mandamiento encaja dentro de los últimos discursos de Jesús a sus verdaderos discípulos. Una vez Judas había salido de en medio de ellos (Juan 13:30) Jesús dirigió sus palabras a los que eran su círculo cercano y verdadero de discípulos y, sus primeras palabras después de anunciarles su glorificación, fue darles el nuevo mandamiento: “Un nuevo mandamiento os doy: Que os améis unos a otros”. Por tanto, el amor hacia aquellos que son discípulos de Cristo por la gracia de Dios o, puesto en otras palabras, el amor hacia aquellos que son hermanos en la fe, es un mandamiento exclusivo para los seguidores de Cristo. Si uno ha sido lavado por la sangre del Cordero, entonces este mandamiento es ineludible. El amor los unos hacia los otros no es opcional en la vida de aquellos que hemos sido lavados por la sangre de Cristo, perdonados, redimidos y hechos sus discípulos. El amor los unos hacia los otros es de obligado cumplimiento primero, porque es un “nuevo mandamiento” y no una “nueva sugerencia”. Ciertamente los mandamientos no son sugerencias en los que uno tiene la opción de obedecer. Los mandamientos conllevan de manera implícita en sí mismos el requerimiento de la obediencia. Es el mandato de aquel que nos amó hasta el fin mismo de la cruz, el que nos amemos los unos a los otros como sus discípulos. Segundo, es de obligado cumplimiento ya que está ligado a nuestra identidad como discípulos de Cristo. Entre otras muchas cosas, aquello que brota de nuestra identidad como discípulos de Cristo e hijos de Dios es el amor, en especial el amor hacia aquellos que son nuestros hermanos en Cristo. Es así como el mundo sabrá y conocerá esa identidad; “si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35). Ahora bien, ¿cómo puede ser un nuevo mandamiento? ¿No es el resumen de toda la ley; “amarás a tu prójimo como a ti mismo”? (Levítico 19:18; Gálatas 5:14; Romanos 13:8-9). El mandamiento es nuevo porque el estándar en cómo debemos amarnos es nuevo en la historia de la salvación. Ahora el modelo, el patrón y la gracia para amarnos se encuentra en cómo Cristo nos amó; “como yo os he amado, que también os améis unos a otros”. Previamente Cristo había lavado los pies a sus discípulos mostrándoles cómo les amaría hasta el fin. Su amor sería un amor basado en la humildad, en el servicio y en el sacrificio. Sin lugar a dudas es la cruz el foco y manifestación de ese gran amor de Cristo para con nosotros. Allí la humildad de nuestro Señor brillo en todo su esplendor, su servicio y su sacrificio por nosotros como pecadores fue su amor llevado hasta el fin, se entregó por nosotros. Este sacrificio es el que nos da la gracia suficiente para amarnos como él nos amó, es el nuevo patrón entrado en la historia de la salvación que determina y mide nuestro amor hacia nuestros hermanos en Cristo. Ciertamente difícil pero su gracia nos es suficiente para obedecer y amarnos como él nos amó.
INICIO DE SEMANA
Martes  
Miércoles  
Jueves  
Viernes  
TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Juan 13:1-30
Juan 13:31-38
1ª Juan 3:1-18
1º Juan 4:7-12
FINAL DE SEMANA
AMOR Y EVIDENCIA DE VIDA

“Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos,
el que no ama a su hermano, permanece en muerte”
(1ª Juan 3:14)


        El Certificado de Fe de Vida y Estado es un documento expedido por el Registro Civil que acredita que, a la fecha de su expedición, la persona a la que se refiere se encuentra viva, así como su estado civil. En cierta manera, el Certificado de Fe de Vida y Estado es la prueba que demuestra que la persona que lo ha solicitado sigue estando viva. De la misma manera, en los secuestros o detenciones, la prueba de vida es aquel documento que puede utilizarse para confirmar que una persona sigue viva. Estos documentos son evidencias que demuestran la existencia y realidad presente de vida. De la misma manera, en la fe cristiana existen evidencias de que uno ha sido pasado de muerte a vida. El apóstol Juan escribiendo a sus hermanos en la fe aporta una de esas pruebas de vida que demuestra que hemos sido pasados de muerte a vida eterna en nuestro Señor Jesucristo. Hay un conocimiento que el apóstol establece que debemos tener y entender; “nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida”. Juan se incluye en ese “nosotros” por tanto, es un conocimiento que tanto Juan como sus hermanos tienen, por extensión es un conocimiento que todos aquellos que estamos en la situación de Juan y sus hermanos debemos tener. Todo creyente en Cristo debe saber primeramente que ha sido pasado de muerte a vida. La expresión de Juan “hemos pasado” en realidad es pasiva, es decir, “hemos sido pasados”. No ha sido nuestra propia iniciativa la que nos ha pasado de estar muertos a estar vivos. No ha sido nuestro propio hacer sino que ha sido la acción de Dios, la obra de nuestro Dios la que nos ha pasado de estar muertos en nuestros pecados a estar vivos en Cristo Jesús. Ha sido la obra de Dios en Cristo la que nos ha hecho pasar de la muerte a la vida eterna. Para el apóstol Juan la “vida eterna” no es un concepto abstracto. En su carta la vida eterna ha sido manifestada en la persona de Cristo, él es el “Verbo de vida” que fue manifestado, anunciado, proclamado y palpado (1ª Juan 1:1-4). Para el apóstol Juan el paso de muerte a vida eterna es el haber sido llevados a un conocimiento de Dios y del Hijo, un conocimiento y comunión con Dios. Para el apóstol el haber sido pasados de muerte a vida implica que Dios ha implantado una nueva vida en nosotros el día que por su gracia y por la obra del Espíritu Santo fuimos nacidos de nuevo. Fuimos nacidos de la corte celestial con la vida del Cristo resucitado en nosotros y con el sello de que al haber sido nacidos de la voluntad del Padre celestial, somos hijos de Dios. ¡Gloriosa vida la que nos ha sido dada! Ciertamente todo creyente puede cantar las palabra del himno: “cuán glorioso el cambio operado viniendo a mi vida el Señor”. Ahora bien, ¿existe alguna evidencia objetiva y tangible de ese cambio? Ciertamente la hay. El conocimiento que el apóstol Juan establece es que como creyentes sabemos que hemos pasado de muerte a vida porque en nosotros hay algo, “en que amamos a los hermanos”. El amor por los hermanos en Cristo que han sido pasados de muerte a vida al igual que nosotros es evidencia de vida. El amor por los hermanos es prueba de vida en nosotros, es prueba de esa vida a la que hemos sido llevados por la gracia de Dios en Cristo, prueba de esa vida que ha sido implantada en nosotros por la obra de Dios. Una de las constantes vitales que demuestra que tenemos vida en Cristo es el amor hacia los hermanos. ¿Por qué esto es así? Porque ese amor sería imposible sin la vida en Cristo. Hemos conocido el amor en que Dios nos amó primero y entregó a su Hijo unigénito para que por él vivamos (1º Juan 4:9). Si por la obra de nuestro Dios vivimos en Cristo, entonces vivimos en aquel que es la muestra sublime del amor de Dios, vivimos en aquel que nos lleva a conocer el amor de Dios por nosotros, vivimos en aquel que es el camino al Dios y Padre quien es en sí mismo amor. Si en Cristo conocemos a Dios, entonces todo el que conoce a Dios ama y, en especial ama a sus hermanos en Cristo (1º Juan 4:8). Si ese amor no está la conclusión no es difícil de extraer; “el que no ama a su hermano permanece en muerte”. En otras palabras, no hay constante vital de vida en él. Pero, gloria a Dios que él nos ha dado vida en Cristo. Miremos con cuán grande amor nos ha amado el Padre para que seamos llamados hijos de Dios. Por ello, vivamos esa vida que tenemos en Cristo amando a nuestros hermanos.  
Juan 13:1-30