Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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EL TODO PARA EL SER HUMANO
“El fin de todo este discurso oído es este:
Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo para el hombre”
(Eclesiastés 12:13)
      Jonathan Edwards, el pastor y predicador que vivió en Nueva Inglaterra en el siglo XVIII, estableció de joven lo que se ha conocido como: “Las setenta resoluciones de Jonathan Edwards”. En ellas, Edwards establecía toda una serie de resoluciones o propósitos para su juventud, enfocadas todas ellas al objetivo de vivir una vida de justicia y santidad agradable a su Dios. No cabe duda alguna que, no es mala práctica establecer una serie de resoluciones que nos ayudasen a vivir una vida de justicia y santidad que es a la cuál hemos sido llamados por nuestra unión con Jesucristo. Empezando un nuevo año, podría seguirse el ejemplo de Jonathan Edwards y establecer una serie de resoluciones para la santidad en nuestra vida. Ahora bien, ¿cuál sería el fin del discurso oído a lo largo del año que ha pasado? ¿Cuál sería el fin del discurso de nuestra vida en el año que se ha ido y la resolución que deberíamos establecer? El Predicador del libro de Eclesiastés tenía claro cuál era el fin del discurso oído en su libro. Un discurso que no narra solamente el paso de los años y el tiempo sino el paso mismo de la vida; “el fin de todo discurso oído es este”. En el libro de Eclesiastés, el Predicador pone a sus oyentes de pies en el suelo, los enfrenta con la realidad de la vida. Todo el libro de Eclesiastés se mueve bajo la expresión “debajo del sol”. El autor establece la realidad de vivir la vida “debajo del sol”, es decir, la vida en este mundo. En esta vida debajo del sol el ser humano trabaja y se pregunta ¿qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol? (Eclesiastés 1:3). En esta vida todo tiene su tiempo y su lugar, y todo lo que se quiere debajo del sol tiene su hora (Eclesiastés 3:1). Hay tiempo para nacer, y tiempo para morir, hay tiempo para plantar y tiempo para arrancar, hay tiempo para llorar y tiempo para reír. En esta vida debajo del sol el tiempo pasa y lo hace de manera rápida habiendo una hora para todo. Debajo del sol también es lugar de juicio en el que la impiedad también reina y dónde debería haber justicia hay iniquidad (Eclesiastés 3:16). Debajo del sol hay violencias, guerras y lágrimas de aquellos que son oprimidos sin tener quien los consuele (Eclesiastés 4:1). Sin lugar a duda, el Predicador no establece una visión gloriosa y alentadora de la vida y los años debajo del sol. Su visión es aparentemente pesimista, pero, solo aparentemente pesimista. Para el Predicador el paso de la vida, el tiempo y los años es pésimo si uno se queda con la única perspectiva de debajo del sol. Es necesario entender que la vida no termina en este mundo. Es necesario que nuestra visión no se quede en “debajo del solo”, no se quede en este mundo en el que la polilla y el orín corrompen como el fin de todo. Es el reino de Dios y su justicia lo prioritario y primario, es en primer y último término Dios quien da sentido y esperanza a todo. Si Dios es sacado de la ecuación, entonces uno se queda únicamente con todo lo que hay debajo del sol y es entonces cuando todo es pésimo. Por ello, ¿cuál es el fin del discurso oído? ¿cuál es el fin del paso de la vida y el tiempo bajo el sol? “Teme a Dios y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo para el hombre”. Sin lugar a duda, no hay mayor resolución que temer y honrar a nuestro Dios y guardar sus mandamientos. Vivir en su gracia una vida de justicia. El todo para el ser humano es darse cuenta de que no hay mayor propósito y sentido en la vida que servir a Dios. El todo para el ser humano es darse cuenta de que esta vida sin Dios es pésima y sin sentido último. ¿Queremos tener sentido debajo del sol? Temamos a Dios y guardemos sus mandamientos. 
INICIO DE SEMANA
Martes  
Miércoles  
Jueves  
Viernes  
TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Deuteronomio 6:1-9
Mateo 6:19-24
Mateo 6:25-34
Josué 24:1-28
FINAL DE SEMANA
SERVIREMOS A JEHOVÁ
“Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién servir; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová”
(Josué 24:15)


      El fin de un año y el inicio de otro suele ser el momento en el que, de manera común, se establecen nuevos propósitos, objetivos y resoluciones. Suele ser un tiempo en el que se mira atrás y se medita en todo lo acontecido. Logros, errores, objetivos completos e incompletos, todo ello es considerado a la luz de la realidad de dejar un año atrás. Del mismo modo, se contempla el nuevo año que está por delante con nuevas expectativas y objetivos a establecer y, a ser posible cumplir. Ahora bien, aun y cuando resulta legítimo y también adecuado poder establecer diversos objetivos y propósitos, posiblemente la pregunta para aquellos que hemos sido redimidos por la gracia de Dios en nuestro Señor Jesucristo debería ser; ¿cuál deber ser el objetivo prioritario para establecer en nuestra vida? El Catecismo Mayor de Westminster establece que el fin principal y más noble del ser humano es; “glorificar a Dios y gozar de él para siempre”. Sin lugar a dudas, no hay objetivo propuesto que pueda competir con tal fin principal y noble en nuestras vidas pero, las palabras de Josué dichas al pueblo de Israel, sin duda alguna, establecen un propósito relacionado de manera directa con el fin más noble de glorificar a Dios y gozar de él para siempre; “y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová”. Las palabras de Josué fueron dichas en un momento de cambio en la vida del pueblo de Dios. Un periodo terminaba en la historia de Israel y otro periodo totalmente nuevo se abría delante de ellos. Una etapa llegaba a su fin en la vida del pueblo de Dios y otra nueva etapa se presentaba delante de ellos. Es precisamente en este cruce de etapas que Josué reúne al pueblo en asamblea oficial y les recuerda todo lo que Dios hizo por ellos en el pasado (Josué 24:1-13). Josué devuelve la mirada del pueblo a su historia pasada y les muestras cómo su historia pasada ha sido la historia de la salvación de Dios. La historia de su elección soberana, su redención poderosa, su preservación continua y su fidelidad divina en darles la herencia prometida. Josué hace algo con el pueblo que ninguno de nosotros como creyentes en Cristo deberíamos olvidar jamás. Nunca deberíamos olvidarnos de que nuestra historia pasada es la historia de la gran salvación de Dios y su misericordia nueva cada mañana. Escogidos en Cristo, redimidos en él, preservados en nuestro Señor y guardados para nuestra herencia futura. Si miramos al año que se nos ha ido ¿qué vemos? ¿Qué consideramos? ¿En qué meditamos? Bien haríamos en entender que nuestra historia en el año que ha pasado ha seguido siendo la historia de la gloriosa salvación de nuestro bendito Dios. Es en base a esta historia redentora en la vida del pueblo que Josué centra la atención del pueblo de Dios, en una palabra; “servir” cuatro veces la menciona en un simple versículo. Si les parecía mal servir al Dios que les salvó, entonces debían buscarse a quien servir, ya fuese a los ídolos que sus padres sirvieron en Egipto o, a los nuevos ídolos que encontrarían en la tierra que habían sido llevados. De una manera u otra debían buscarse a quien servir. Aun y cuando no se reconozca, el ser humano es un ser creado para servir, pero, para servir a Dios. El pecado deformó esta realidad haciendo que, o bien se sirva a Dios o bien se sirva a las riquezas. O bien se sirva a Dios o bien se sierva a uno mismo. Israel debía buscar a quien servir si tristemente les parecía mal servir a su Dios, pero, Josué lo tenía claro “pero yo y mi casa serviremos a Jehová”. Josué tenía algo bien claro ¿cómo podría servirse a otro que no fuese el Dios de su salvación? La historia narrada por Josué no fue más que el anuncio y anticipo de la historia de la salvación que Dios cumplió en Cristo y por gracia nos llevó a formar parte de ella. Mirando atrás en esta historia y al Dios de nuestra salvación ¿qué otro propósito podríamos establecer que decir; “yo y mi casa serviremos a Jehová”? Sean las palabras de Josué las que puedan marcar el propósito y la resolución de nuestra vida en este nuevo año; “yo y mi casa, serviremos a Jehová”.