MEDITACIONES
DEL REINO
“En la hermosura de la gloria de tu magnificencia y en tus hechos maravillosos meditaré”
(Salmo 145:5)
      El ser humano puede meditar y deleitarse en la grandeza de sus logros. Lo cierto es que, hay grandes logros y hechos maravillosos que han sido conseguidos por el ser humano a lo largo de la historia en los que, sin lugar a duda, vale la pena meditar. Aun y cuando algunos no lo crean y sigan negándolo, fue un logro que en el año 1969 el ser humano pisase la Luna. Un hecho que pude llamar a meditar en aquello que el ser humano puede llegar a conseguir. El ser humano medita en la magnificencia y maravilla de sus logros. Los hechos poderosos del ser humano son causa de su meditación, tanto para lo bueno como para lo malo pero, todo creyente está llamado a meditar no en sus propios logros sino en la maravilla de los hechos de nuestro Dios. David sabía que la magnificencia y los hechos maravillosos de Dios eran fuente de meditación en su vida y así lo dejó reflejado en el Salmo 145:5 “en la hermosura de la gloria de tu magnificencia y en tus hechos maravillosos meditaré”. Para David, no era su persona ni sus logros aquello que era la base de su meditación. Para el rey de Israel era el reino de Dios, la hermosura de su señorío y sus maravillosos hechos aquello que constituía la base de su meditación. David menciona dos aspectos en los que centra la meditación de los pensamientos de su corazón: Primero, el esplendor glorioso de la majestad de Dios y segundo, la maravilla de los hechos del reino de Dios.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
Copyright 2013 Iglesia Evangélica Bautista "Piedra de Ayuda" - C/San Eusebio, 54 - 08006 Barcelona. España
Padre celestial gracias te doy porque tú entregaste a tu Hijo amado, mi Dios, mi Rey, mi Señor. Gracias por la hermosura de su reino, gracias por lo poderoso de sus hechos. Dios mío, ayúdame a meditar en la magnificencia del reino de salvación de Cristo y en el gran y maravilloso hecho de la salvación para que así pueda decir “la alabanza de Jehová proclamará mi boca, y todos bendigan su nombre eternamente y para siempre”. Amén.
TEXTOS PARALELOS PARA MEDITAR
MARTES

Salmo 145:1-21

MIÉRCOLES

Salmo 2:1-12

JUEVES

Mateo 22:1-14

VIERNES

Mateo 13:24-43

SÁBADO

Mateo 13:44-51
      El Salmo 145 es un salmo de alabanza. El título mismo del salmo sitúa el tema y tono del cántico “Salmo de alabanza; de David”, es más, es el único de todos los salmos que de manera específica lleva el título de “salmo de alabanza”. Por tanto, David escribió el salmo con el propósito de que fuese de exaltación a Dios y así mismo lo refleja su contenido. El salmo empieza con una declaración clara de David “te exaltaré mi Dios mi Rey y bendeciré tu nombre eternamente y para siempre. Cada día te bendeciré y alabaré tu nombre eternamente y para siempre” (vv.1-2).
      David establece que su Dios y Rey y el nombre del mismo será aquello que diariamente y por toda la eternidad David estará alabando y bendiciendo. Sin duda alguna, el corazón de David muestra el anhelo del corazón de todo creyente. ¿No debería ser nuestro Dios y Rey y su nombre bendecido por nosotros en todo tiempo y eternamente? No tenemos otro nombre que bendecir, alabar y exaltar que el nombre de nuestro Dios. Ahora bien, el inicio del salmo es vital para entender que la hermosura de la gloria de la magnificencia de Dios es fuente de meditación para el salmista.


      David define al inicio del salmo a Dios como “mi Dios y Rey”, para David su Dios es también su Rey, es precisamente la hermosura de esta realeza la que es causa de meditación para David. La expresión “en la hermosura de la gloria de tu magnificencia” exalta la hermosura del honor y majestad de Dios como Rey. David está diciendo que es “el esplendor de tu gloriosa majestad” o “el glorioso honor de tu majestad” lo que es causa de meditación para David.  Para David es la realidad de la majestad de Dios aquello que es objeto de meditación. Su Dios es Rey y en esta majestad del reino de Dios medita David. La expresión “la gloria de tu magnificencia” aparece en el v.12 ligada al reino de Dios “la gloria de la magnificencia de su reino”. Por tanto, meditar en el esplendor glorioso de la majestad de Dios es meditar en el esplendor glorioso de su reino. Ahora bien, no medita en cualquier tipo de majestad o reino. La majestad de Dios no es una majestad entre tantas, su reino no es un reino más en medio de este mundo. La majestad de los reyes y gobiernos de este mundo carece de esplendor o gloria. Algunos son reinos en los que la justicia social no prima para los más débiles. Otros son gobiernos que sustentan el lema “con el pueblo pero sin el pueblo”. Los reyes y gobernantes distan mucho de tener reinos y gobiernos de esplendor, a la larga todos ellos muestran las luces y sombras de los mismos. Su gloria perece de la misma manera que la gloria de la faz de Moisés se desvanecía. La majestad de Dios no es así, David la describe como “hermosa”, hay en ella un “esplendor glorioso”.
      En el resto del salmo David expone el esplendor de la gloriosa majestad o reino de Dios. A lo largo del salmo hay referencias al “reino” y “señorío” de Dios (vv.12-13). El glorioso esplendor de la majestad de Dios brilla y es vista en “los hechos maravillosos de Dios” (v.5). Aparece en la inmensa bondad que Dios ejerce (v.6) y en la justicia que supone el fundamento y sustento del trono del Altísimo (v.7; Salmo 89:14). La gloria de su majestad resplandece en la inmensidad de lo clemente, misericordioso y paciente que es Dios (v.8). Su esplendor es el esplendor de un reino que es por todos los siglos, un señorío que no se agota al cabo de varias generaciones (vv.12-13).
      Su reino y majestad levanta a los que caen (v.15). Es una majestad y un reino lleno de bondad y provisión. En él Dios abre su mano y a su tiempo da la provisión. La provisión del reino de Dios alcanza a toda su creación, el Rey abre su mano y colma de bendición a todo ser viviente (v.18). La majestad de Dios es cercana para todos aquellos que claman y le invocan con sinceridad y no con hipocresía (v.18). El esplendor glorioso de su majestad resplandece en la salvación que aquellos que invocan el nombre de Dios encuentran en su reino. Su reino es un reino de salvación para aquellos que claman a él (v.19). Es un reino de preservación eterna de los que le temen y de justo juicio para aquellos que aborrecen su reino y majestad (v.20). En cada uno de estos aspectos brilla el esplendor glorioso de la majestad del reino de nuestro Dios. Esto es así porque es el reino, la majestad de aquel que es nuestro Dios y Rey.


      El resplandor de la gloria de Dios se asocia en las Escrituras con la presencia misma de Dios. La plenitud de sus atributos resplandece cuando su presencia está presente. La gloria de Dios es el resplandor y refulgir de la expresión de todo su ser con sus atributos. Por esta razón su reino y majestad resplandece con gloria. Es el resplandor de una gloriosa majestad de justicia porque Dios es Justo, es el resplandor glorioso de un reino de salvación porque Dios es Salvador. Es el refulgir del glorioso señorío de la bondad y misericordia porque Dios es bueno y misericordioso. Es el brillo de la gloria de un reino que provee y sustenta porque Dios es Proveedor y aquel que no apaga el pabilo que humea. Es la hermosura de la gloria de su magnificencia que preserva porque Dios es quien preserva a los que le teman y él salva. El glorioso esplendor del reino de Dios es motivo y objeto de la meditación de David. No es de extrañar que también David medite en los hechos maravillosos de Dios.


      No es únicamente la gloria de la magnificencia de Dios en lo que medita David sino también “en tus hechos maravillosos meditaré”. Estos hechos no pueden desligarse de la gloriosa magnificencia o reino de Dios. Son los hechos maravillosos y poderosos del Rey y del reino que él establece. A lo largo del salmo David describe los hechos de Dios como “maravillosos”, “poderosos”, estos hechos maravillosos no son más que el obrar del Rey de reyes, son la expresión palpable del reino glorioso que Dios sustenta, son la evidencia visible de lo que es la hermosura de su reino y magnificencia. Que Dios abra su mano y provea con bendición a todo ser viviente ¿no es esto un hecho maravilloso de la majestad de nuestro Dios? Que Dios sea cercano a todos aquellos que le invocan con sinceridad ¿no es un hecho maravilloso del reino de nuestro Dios? Que Dios tenga bondad y abundante misericordia para con nosotros ¿no es el esplendor glorioso de su misericordiosa majestad? Que Dios salve al pecador ¿no es el hermoso y dulce brillo de su reino de salvación? David medita en el reino de Dios su Rey y nos muestra que el reino de nuestro Dios, su gloriosa majestad y la maravilla de las obras que nos muestran el reino al que hemos sido llevados, debería ser posiblemente un temas más abundante y continuo en nuestras meditaciones. Deberíamos meditar en el glorioso señorío de nuestro Dios, en su hermoso reino y en sus hechos maravillosos. La razón de ello es porque meditar en la hermosura del reino de nuestro Dios y en sus hechos maravillosos es meditar en el reino de nuestro Señor Jesucristo.
      El esplendor de la gloria de la majestad de nuestro Dios y los hechos maravillosos de su reino se hicieron presentes en nuestra historia mediante la encarnación del eterno Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo. Su mensaje fue “el reino de los cielos se ha acercado”. Sus enseñanzas eran y siguen siendo las enseñanzas del reino de los cielos. Su sermón en el monte fue las características y carácter de los ciudadanos del reino de los cielos (Mateo 5-7). Sus parábolas fueron ventanas abiertas para contemplar a lo qué es semejante el reino de los cielos (Mateo 13). Sus milagros fueron los maravillosos hechos de la gloriosa majestad del Cristo, el poder del reino de los cielos resplandeciendo en medio de aquellos que debían ser sanados y salvados. Su muerte y resurrección fue el gran hecho maravilloso y poderoso de nuestro Señor Jesucristo para llevarnos a su reino de salvación y justicia. Quizás poco meditamos en el esplendor glorioso y los hechos maravillosos del reino de nuestro Señor. Nuestra mente debería estar enfocada en meditar de manera abundante en la hermosura del reino de nuestro Señor Jesucristo, en el esplendor glorioso de su majestad y en sus maravillosos hechos. Sin duda alguna Lutero tenía razón sobre el Salmo 145 “este es un salmo bendecido de acción de gracias por el reino y el dominio de Cristo”.