TRONO DE GRACIA
Y SOCORRO
“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia,
para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”
(Hebreos 4:16)
Fue un 3 de noviembre del mismo año que, en la Convención Radiotelegráfica Internacional celebrada en Berlín, decidió implantarse las siglas SOS como las siglas estándar para una llamada de socorro y entrando su uso en vigencia el 1 de Julio de 1908. Muchas teorías existen en cuanto al significado de la siglas. Algunos determinan que SOS significa “Save our Souls” (Salva nuestras almas), otros “Save our Ship” (Salva nuestro barco). Incluso algunos establecen que la siglas son la abreviación de una frase en latín “Si Opus Sit” (Si fuera necesario o cuando sea necesario) que vendría a significar “es necesario el socorro inmediato”. Sea lo que sea que dichas siglas signifiquen, lo cierto es que son internacionalmente reconocidas como una llamada de urgente socorro y pronto auxilio. Aquel que pronuncia o escribe dichas siglas está clamando de manera urgente por oportuno socorro en su vida. Muchas veces nuestras vidas en más de una ocasión necesitan de oportuno socorro. Son como buques que en el trayecto en el mar embravecido de la vida están a punto de naufragar y lanzan un SOS de auxilio y socorro. Como creyentes en Cristo Jesús no estamos exentos de estos momentos de posibles naufragios en la vida. Aflicciones, enfermedades, tribulaciones, tentaciones, debilidades son espigones de rocas que pueden hacer que en nuestra vida se levante el peligro del naufragio. ¿Dónde clamar entonces? ¿Qué confianza tenemos de hallar pronto socorro? Como creyentes tenemos el trono de gracia y oportuno socorro en nuestra vida. El trono al cual podemos acercarnos sabiendo que allí está nuestro sumo sacerdote Jesucristo quien, fue tentado en todo pero sin pecado.
El autor de Hebreos anima a esos creyentes que estaban pasando momentos difíciles en su vida y en su fe. Estaban pasando momentos en lo que su fe podía naufragar en medio de las debilidades y tentaciones de la vida pero, frente a esa realidad, el autor juntamente con todos ellos anima “acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16). El autor primero anima a acercarnos confiadamente al trono de gracia. Segundo, nos da el propósito por el cual acercarnos confiadamente y tercero el resultado de acercarnos al trono de gracia. El acercarse al trono de gracia no es por casualidad, es decir, el autor no anima a acercarse al trono de gracia y bondad inmerecida por cualquier causa o razón. Debe notarse que el autor lo presenta como un resultado “acerquémonos, pues” o “por lo tanto, acerquémonos” Hay algo que hace que como creyentes podamos acercarnos “confiadamente al torno de la gracia”. Las palabras del autor son una descripción preciosa de cómo acercarnos al trono y de las características de este trono. Debemos acercarnos “confiadamente”, como creyentes tenemos la confianza de presentarnos delante del trono, no debe haber en nosotros una desconfianza de presentarnos delante del trono que el autor describe como “trono de gracia”. Para nosotros, los creyentes en Jesucristo, el trono de nuestro Señor es el trono que se caracteriza por la bondad inmerecida de nuestro Dios. Muchos tronos en este mundo son tronos, algunos de tiranía, otros de juicio, pero para el creyente, el trono de nuestro Señor Jesucristo es un trono cuya esencia y característica es la bondad inmerecida, la gracia sublime que un día a un infeliz salvó. La bondad inmerecida de Dios sería suficiente razón para acercarnos confiadamente pero, el motivo reside en otro aspecto. En los vv.14-15 el autor ha mostrado que aquel que traspasó los cielos y por lo tanto se encuentra sentado a la diestra de la Majestad es nuestro sumo sacerdotes el Señor Jesucristo. El sumo sacerdote que el autor describe como aquel “que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”. La esencia de nuestro sumo sacerdotes es de vital importancia para acercarnos confiadamente al trono de la gracia.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
Copyright 2013 Iglesia Evangélica Bautista "Piedra de Ayuda" - C/San Eusebio, 54 - 08006 Barcelona. España
Señor, gracias quiero darte por ser mi sumo sacerdote misericordioso que eres capaz de compadecerte de mis debilidades. Gracias por tu humanidad perfecta, gracias por la ausencia de pecado en ti. Gracias porque nos animas a acercarnos al trono de la gracia en el cual hallamos misericordia, gracia y socorro en medio de la tentación y debilidad de la vida. Señor, ayúdame a presentarme delante del trono confiadamente cuando la debilidad aceche mi vida. Dame del oportuno socorro sabiendo que tú eres pronto auxilio en medio de las tribulaciones. Amén.
TEXTOS PARALELOS PARA MEDITAR
MARTES
Mateo 4:1-11
MIÉRCOLES
2ª Corintios 12:1-9
JUEVES
Hebreos 2:1-18
VIERNES
Santiago 1:12-18
SÁBADO
1ª Pedro 1:3-8
La siglas SOS son internacionalmente conocidas como reconocimiento de una llamada de socorro. Se cree que fueron utilizadas por primera vez como llamado de auxilio y socorro el 10 de Junio del 1909 cuando el buque MRS Slavonia naufragó en su viaje de Palermo a Nueva York. El origen de la siglas SOS se encuentra a principios del siglo XX. Hasta el 1906 la señal de socorro que se utilizaba internacionalmente en las transmisiones telegráficas en código morse era la señal “CQD” que significan “Copy Quality Distress” y que era usado por todas aquellas estaciones de radio que funcionaban en la misma banda.

Jesucristo fue hecho hombre real y verdadero, su humanidad no fue un espejismo y una apariencia. Fue una humanidad verdadera, sometida a las mismas debilidades y tentaciones que nosotros podemos experimentar. Jesús supo lo que eran los espigones de la tentación en la vida. Sufrió las debilidades de una humanidad que muchas veces está a punto de naufragar. Su humanidad fue como la nuestra con una diferencia vital y crucial, “fue sin pecado”. En toda tentación, en toda debilidad, Jesucristo no pecó, fue sin pecado en todo momento y por ello victorioso en todo momento. Es por ello que Jesucristo fue, es y será el único sacrificio perfecto para el perdón absoluto y completo de nuestros pecados. Es por ello que Jesucristo puede ser nuestro sumo sacerdote que misericordioso y fiel media delante del Padre, pero hay algo más.
Al ser sin pecado, Jesucristo es el único capaz de ayudarnos en nuestras debilidades y tentaciones. Ciertamente experimentó y conocía la fuerza y braveza de la debilidad y tentación que como humanos sufrimos día a día pero, fue victorioso en todas ellas. Muchos se ha dicho de la realidad y verdad de las tentaciones de Jesús. Algunos han determinado que si Cristo no podía pecar entonces sus tentaciones no fueron reales. Pero, nada más lejos de esto. El sucumbir a la tentación no la hace real, la tentación y debilidad es tan real se sucumba o no a ella. Gracias a nuestro Dios que Jesucristo no pecó porque es gracias a esto que tenemos en el trono celestial a uno que es victorioso y por ello puede socorrernos a nosotros. ¿Qué socorro habría en alguien que siendo como nosotros también pecó y sucumbió a la debilidad? ¿Qué confianza tendríamos de acercarnos a un trono en el que se encontrase uno que falló como nosotros fallamos? No habría ninguna confianza. Pero no es así para nosotros. Tenemos a Jesucristo que siendo como nosotros no pecó y por tanto tiene el poder y la victoria de socorrernos en nuestra debilidad y en las tentaciones que acechan diariamente nuestras vidas. “Por tanto, acerquémonos confiadamente al trono de la gracia”. Estos es lo que debemos hacer cuando la debilidad y la tentación ataca nuestra vida, cuando nuestra fe está siendo zarandeada y estamos a punto de naufragar. No miramos nuestras fuerzas, no miramos nuestros recursos, nos acercamos confiadamente al trono de bondad inmerecida en el cual está nuestro Señor Jesucristo. Y el propósito de ello es “para alcanzar misericordia y hallar gracia”.
Dos palabras que son vestiduras gloriosas alrededor del trono de nuestro Señor “misericordia” y “gracia”. En la revelación del Antiguo Testamento, la misericordia y gracia fueron dos atributos que fueron proclamados a oídos de Moisés cuando Dios pasó por delante de él y proclamó su nombre en Éxodo 34:6. La misericordia y gracia de Dios eran su amor leal y su fidelidad con el pueblo que había redimido y entrado en pacto con ellos. Eran su perdón amplio y abundante para un pueblo que había caído en la adoración idolátrica del becerro de oro unos capítulos antes. De Dios fluyó el perdón inmerecido hacia un pueblo que en absoluto lo merecía, no es de extrañar que Moisés se postrase y adorase a Dios viendo la demostración soberana de la misericordia y gracia de Dios. Estos atributos son los que todo creyente halla cuando se acerca confiadamente al trono de la gracia. En medio de nuestras debilidades y tentaciones nos acercamos al trono de nuestro Señor para “alcanzar misericordia y hallar gracia”. Para alcanzar de ese amor leal y fidelidad de Dios hacia nuestras vidas.

La misericordia y gracia se encuentran en ese trono porque aquel lleno de gracia y de verdad, nuestro Señor Jesucristo, está sentado a la diestra del trono. Alcanzamos misericordia y hallamos gracia porque el sacrificio de Cristo fue perfecto y su mediación como nuestro sumos sacerdote es eterna y para siempre en ese trono altísimo. Su mediación de manera continua e ininterrumpida aplica la misericordia, la gracia y los beneficios de la redención que él obró a nuestras vidas. En medio de nuestras debilidades y tentaciones nos acercamos con ese propósito “alcanzar misericordia y hallar gracia” y el resultado glorioso es “para el oportunos socorro”.
En medio de la tentación y la debilidad lo que necesitamos muchas veces en nuestras vidas es “oportuno”, “pronto”, “urgente socoro” en medio de esa situación que nos arrastra. Ciertamente necesitamos alcanzar no juicios o prejuicios sino misericordia, hallar no un dedo acusador sino un dedo de bondad inmerecida pero eterna que sea capaz de comprender nuestra debilidad y darnos el socorro que necesitamos en esos momentos. Esto es lo que encontramos en el trono de la gracia de nuestro Señor Jesucristo. Resulta difícil en muchas ocasiones acercarnos al trono de la gracia cuando hay debilidad y tentación en nuestra vida. Posiblemente la razón se deba a que todavía arrastramos retazos de la autosuficiencia que se generó en la caída en el Edén. Nos miramos a nosotros mismos en lugar de mirar a Cristo, calculamos nuestras fuerzas sin ver nuestra debilidad en la tentación y no nos acercamos al que fue victorioso y sin pecado. Quizás perdemos de vista la misericordia y gracia que se hallan en el trono. Quizás tememos que habrá un dedo acusador apuntándonos cuando nos presentamos delante del trono y confesamos nuestra caída. Quizás tenemos vergüenza de abrir nuestro corazón delante del trono confesando que hay tentación y debilidad en nosotros pensado que no seremos entendidos o seremos juzgados. Pero, aquel que fue tentado en todo pero sin pecado es misericordioso para compadecerse de nuestras debilidades. Por ello ¿qué hacer? “Acerquémonos confiadamente al trono de la gracia” ¿para qué? “Para alcanzar misericordia y hallar gracia” ¿con qué resultado? “para el oportuno socorro”.

