MUERTOS PARA VIVIR
“Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; más en cuanto vive, para Dios vive. Así también vosotros consideraos muertos al pecado,
pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro”
(Romanos 6:10-11).

      La vida de todo creyente es una vida que primeramente ha pasado por los atrios de la muerte misma. No cabe duda alguna que esto es algo inconcebible para nuestro mundo ¿cómo alguien tiene que morir para poder vivir? ¿Cómo debe pasarse por el umbral de la muerte para poder vivir? ¿Se está hablando de muertos vivientes? Nada está más lejos de esto. Puede parecer extraño pero, tal y como dijo Cristo, el grano debe primeramente morir para llevar fruto. Una verdadera vida para Dios es una vida que ha muerto al pecado y vive para Dios en Cristo. Muertos para vivir es precisamente de lo que nos habla Pablo en Romanos 6. El apóstol Pablo nos muestra una realidad acontecida a la persona de Jesucristo la cual es esencial para que todo creyente en Él pueda tener una verdadera vida de libertad para el servicio y obediencia al Dios que lo ha salvado por gracia. Pablo muestra primeramente la muerte y vida de Jesucristo, segundo el resultado de la muerte y vida de Jesucristo para el creyente y tercero en quien sucede toda esta realidad para el creyente.


      El apóstol Pablo responde en Romanos 6 a una objeción que nuestro tiempo y tristemente en algunas congregaciones que se autodenominan evangélicas sustentan. La objeción se plantea en términos de lo que se conoce como el antinomianismo, es decir, la negación de la ley o, de una manera más literal, la anti-ley. Pablo fue acusado de que su evangelio promovía el pecado. La ley fue introducida para que el pecado abundase, ahora bien, cuando el pecado abundó, la gracia de Dios se manifestó de una manera mucho más abundante. Cuando el pecado abundó, la gracia sobreabundó (Romanos 5:20). Algunos entendieron que si cuando abunda el pecado la gracia sobreabunda, entonces, el fin justifica los medios, ¡pequemos para que la gracia sobreabunde! Hagamos males para que al final el resultado último sea que vengan bienes (Romanos 3:8). Se hacía entonces del evangelio de sola gracia, un evangelio que promovía, potenciaba y contribuía a que la gente pecase buscando así que la gracia de ese evangelio sobreabundase. Sin lugar a dudas, pensar algo así es no entender en absoluto el evangelio.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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De ánimo a una vida que tiene como fruto la santificación deberían ser las palabras del apóstol. Cuando en momentos de pecado y lucha con él el desánimo y desesperación asalta tu vida, contempla la cruz y la tumba vacía y recuerda lo dicho por Pablo “así también vosotros”. Sea la gracia de nuestro Dios suficiente para que vivas en el fruto de la santidad para la gloria y honra de Dios.
MARTES

Leer: Romanos 5:20-21; Romanos 6:1-5

Meditar: ¿Qué es aquello que sobreabunda cuando abunda el pecado? ¿Por qué crees que Pablo dice lo que dice en Romanos 1:1-2? ¿Cuál es la razón por la que no tiene sentido que un creyente viva en pecado? ¿Cuál es la vida descrita en el v.4 y que tiene todo creyente?

Orar: Pide a Dios que te permita entender que como creyente estás muerto al reino del pecado. Da gracias por la nueva vida que te ha sido dada en Cristo y la cual puedes vivir para la gloria de Dios. 


MIÉRCOLES

Leer: Romanos 6:6-11

Meditar: ¿Dónde aparece dos veces el verbo “sabiendo”? ¿Qué crees que explican los vv.6-8? ¿Qué nos sucedió a nosotros por nuestra unión en Cristo? ¿Qué crees que explican los vv.9-11? ¿Qué le sucedió a Cristo? ¿Cómo aplica Pablo todo lo dicho en el v.11?

Orar: Da gracias por la obra redentora de Cristo porque ella es la base por la que puedes estar muerto al pecado y vivir para Dios. Da gracias por el bien supremo de tu unión con Cristo Jesús. Pide a Dios que puedas vivir en la realidad de esa unión con Jesucristo.


JUEVES

Leer: Romanos 6:12-14

Meditar: ¿Qué mandamientos da Pablo? ¿Qué es aquello que no tiene que reinar o a lo que no debemos someternos? ¿Cómo entiende Pablo el uso del cuerpo físico en estos versículos? ¿Por qué crees que Pablo puede exhortar a los creyentes de esta manera?

Orar: La obra de Cristo y la gracia de Dios es la base para esas exhortaciones. Pide a Dios que su gracia sea suficiente para ayudarte a no usar el cuerpo para el pecado.


VIERNES

Leer: Romanos 6:15-19

Meditar: ¿Cuál es la imagen que de manera continua utiliza Pablo? ¿Uno que se somete a otro para obedecerle en que se convierte? ¿Qué situación está el creyente? ¿Para que debe el creyente presentar sus miembros? 

Orar: Bendice a Dios porque él te ha libreado del pecado para ser libre para servir a la justicia y santificación. Pide a Dios que te ayude a vivir en esa libertad en la cual ha sido llamado. 


SÁBADO

Leer: Romanos 6:20-23

Meditar: ¿Cuál es el fruto que se recogía de ser esclavo del pecado? ¿Es el cristiano siervo de alguien? ¿Cuál es la diferencia del fruto producido cuando se es esclavo del pecado o se es esclavo de Dios? ¿Cuál es el gran don dado por Dios.

Orar: Parece irónico pero como creyente eres libre de ser esclavo del pecado para pasar a ser esclavo de Dios donde hay verdadera libertad. Pide a Dios que en su gracia puedas vivir en ese fruto de consagración. Bendice al Padre celestial porque en Cristo te dio la dádiva de la vida eterna y nueva en Cristo.
      Pensar de esta manera implica que posiblemente uno no ha llegado a entender plenamente lo que es la gracia de Dios, lo que es el evangelio de Cristo y en último término no ha llegado a entender quien es Dios en sí mismo y la seriedad tremenda que supone el pecado con relación al ser de Dios. ¿Quién puede pensar que Dios querrá que aquellos que él mismo ha redimido del poder y reino del pecado vivan otra vez bajo la esclavitud del mismo? ¿Quién podría pensar que a Dios le gustaría que aquellos que Él ha amado desde la eternidad misma y sigue amando vivan siendo compañeros del pecado que es un insulto, ofensa y crimen mortal contra Dios? Es imposible pensar algo así primeramente por lo que sucedió a la persona de Jesucristo.
      El apóstol Pablo nos muestra que Cristo tuvo que morir al pecado “porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas” (v.10). Hay algo que llama la atención cuando se leen estas palabras del apóstol. Un aspecto esencial de la obra redentora es que Cristo “murió al pecado”. La cruz del Calvario supuso la muerte de Cristo al pecado. Aquellos clavos que fijaron al Rey y Salvador en aquella cruz significaron que el eterno Hijo de Dios encarnado moría al pecado una vez por todas ¿cómo puede entenderse esto? ¿Cómo puede llegar a considerarse que Cristo tuviese que morir al pecado una vez por todas? Obviamente Cristo no murió al pecado como el creyente muere al pecado. Jesucristo fue el hombre prefecto y sin pecado alguno (Hebreos 2:5-9), por tanto, no tenía pecado propio que redimir y es aquí lo sorprendente y maravilloso. Jesucristo no tenía pecado propio al cual morir pero sí tomo nuestro pecado como propio en aquella cruz. El pecado que nos pertenecía a nosotros Cristo lo tomó como propio y murió a él una vez por todas. Sin duda alguna Cristo acabó en aquella cruz de una manera definitiva, completa, suficiente y sustitutoria con el mayor problema que el ser humano tiene.


      Podríamos pensar que el mayor problema que puede haber en nuestra vida es no llegar a final de mes. Podríamos pensar que el mayor problema en nuestra vida es un problema político. Podríamos pensar que el mayor problema es las dificultades en las relaciones o incluso relaciones rotas pero lo cierto es que, aun y siendo todos ellos problemas que no quitan el dolor, desánimo y sufrimiento en nuestra vida, ninguno de ellos es el mayor problema. El pecado sí lo es. El pecado es aquello que esclaviza al ser humano y su acción es ponerlo en una vida de desobediencia, rebelión y desafío a Dios. El pecado es un dueño que tiraniza al ser humano, lo ata con una cadena muy larga a las profundidades mismas del infierno y lo sitúa bajo la justa y santa ira de Dios. Sin duda alguna ese es el mayor problema del ser humano, este es nuestro mayor problema. Ahora bien, siendo el mayor problema, Cristo trató con él una vez por todas. El poder y reino del pecado, la culpabilidad por el pecado y la justa ira de Dios a consecuencia del pecado, fue llevada por Cristo en la cruz y allí murió al pecado. Él que no tenía pecado, tuvo en bien morir al pecado en nuestro lugar una vez por todas. Fue en una cruz que la tiranía y reino del pecado quedó sometida y vencida bajo el poder de la cruz. Cristo murió una vez por todas al pecado “mas en cuanto vive, para Dios vive”.
      Cristo murió pero resucitó a una nueva vida, una vida marcada no por el reino del pecado sino por el reino de la nueva creación. La resurrección de Cristo no solo fue la aprobación del Padre de todo lo realizado en la cruz sino que fue mucho más que eso. La resurrección de Cristo fue la señal de la nueva creación, la señal y evidencia de que hay una vida que vive para Dios, que glorifica a Dios, que tiene como fruto la consagración a Dios, hay una vida nueva que es el aroma y la brisa de los nuevos cielos y tierra donde el pecado ya no es una realidad. Personalmente pienso ¿qué daría para poder vivir bajo esa realidad? ¿Qué daría para poder vivir libre de ese pecado que me hace sentir culpable nuevamente delante de mi Dios? De todas maneras, cuando miro al apóstol Pablo me doy cuenta que mis preguntas son equivocadas. No es cuanto daría yo sino cuanto dio el Trino Dios en la obra redentora. El resultado de la muerte y vida de Cristo es para que todo creyente esté muerto al pecado y pueda vivir para Dios en esa nueva vida “así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios”. De la misma manera como Cristo murió al pecado y vive para Dios esa misma realidad es la que debe considerar todo creyente en su vida. Jesucristo murió al pecado una vez por todas y resucitó para vivir para Dios por un simple pero crucial motivo según Pablo, para que así también nosotros como creyentes estemos en esa misma realidad.


      El creyente está muerto al pecado y esto implica que, por un lado nuestra muerte es sobre la única base de la obra de Cristo y no nuestras propias obras o esfuerzos. Por otro lado, muertos al pecado no implica que no pecaremos más, no implica que en nuestra vida no habrá luchas diarias con el pecado, las hay y las habrá hasta que Cristo vuelva en su reino. Ahora bien, lo que sí implica es que por la muerte de Cristo al pecado una vez por todas, el creyente está libre una vez por todas del poder del pecado en su vida. ¡El pecado ya no reina la vida del creyente, quien reina ahora es Cristo y la nueva vida de resurrección que en él nos ha sido dada! Por tanto, estamos en la libertad de no pecar y de querer y poder vivir en esa nueva vida que nos es dada en Cristo de consagración a Dios y para su única gloria.
      Su gracia es sublime y suficiente para que podamos vivir en esa nueva vida de los nuevos cielos y tierra ¿por qué? Por nuestra unión en Cristo. La obra de Cristo fue sustitutoria, fue en nuestro lugar, por tanto, todos sus beneficios se aplican a nosotros por ese carácter sustitutorio pero porque también maravillosamente estamos unidos a él “vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro”. Una unión vital, una unió esencial. Hemos sido unidos a Cristo para que en él tengamos esa vida. Sin unión en Cristo nada de lo dicho se aplica, sin unión en Cristo Jesús quien resucitó y vive, no hay vida alguna. Un bien supremo es nuestra unión con Cristo.